sábado, 29 de julio de 2017

MORRIÑA

Imagen tuneada de la red
Cuando llegaron a aquel pueblo de interior, temió que el aire las acabara secando por dentro. Pero comprobó, asombrada, que su hija se habituaba rápidamente a vivir lejos de la costa. No así ella, que añoraba el olor, el sonido, el horizonte marino. Tanto que muchas noches creía estar volviéndose loca y le parecía oír el mar entre sueños. Entonces, le gustaba imaginar que rompían las olas en su salón a oscuras y lo llenaban de espuma. Una madrugada, desvelada, advirtió a la cría saliendo de la habitación, dirigirse a la cocina y luego al baño. Al comprobar que no regresaba, se levantó pensando que podría estar ocurriéndole algo. Acercando la oreja creyó sentir el oleaje al otro lado de la puerta. Abrió asustada. La niña refulgía como si hubiera luna y lanzaba puñados de sal a la bañera. Había desaparecido el fondo y el agua se mecía en azul. Olía a playa. Sintió la brisa. Es para bañarme, mami. Es que si no, el mar me duele y se me sale de aquí dentro, dijo señalándose el pecho.

Micro con el que participo en Zenda, en la convocatoria #UnMarDeHistorias esperando un día dar en el clavo.

sábado, 15 de julio de 2017

La Vida Buceando

Imagen del certamen
Las tardes más calurosas del verano las pasábamos en el río jugando a submarinos. O  buscando renacuajos y piedras de tres colores. Mientras, ellos se querían de la mano sobre una manta y de vez en cuando vigilaban que los dos sacáramos la cabeza. Es curioso que recuerde aquellos momentos como fotos en blanco y negro. Desde el día que la saqué yo y mi hermano no, la vida es otra. Ahora en casa es como si buceáramos todos. En agua marrón. Sin ruido. Todo el tiempo. Silenciosos. A veces, cuando hablo, ellos me miran como si estuviera muy lejos. O como si prefiriesen que yo tampoco buscara salir a respirar.

Relato finalista, en castellano, en el último mes del concurso de La Micro. Compartí podio, entre otros, con amigos como Ángel Saiz y Asún Gárate.  La ganadora ese mes de mayo fue Esther Cuesta. Pincha AQUÍ y te llevará hasta sus micros.
En catalán el ganador fue Celestí Casòliva.

sábado, 1 de julio de 2017

Sin Orgullo

Imagen tuneada de la red
Nací con miedo. Un miedo atroz a defraudar. A los demás. A mis padres primero. Sobre todo a él, que tanto esperaba de mí, que tanto me animaba a ser lo que creía que yo era. He temido siempre. Toda la infancia y después también. Temía soñar y que se me notara en los ojos o en los gestos. Que se me salieran lo pensamientos por los dedos, por la boca, y cualquiera pudiera verlos.
Mis primeros besos de amor me supieron a trámite. Con el tiempo dejaron de saber a algo. Y así, tan insípido como asustado, un día la conozco a ella, a mi esposa, mi compañera más que mi mujer, la gran amiga a la que siempre le conté todos mis secretos, salvo uno. Y los años van pasando, y el miedo se tiñe de desazón, de conformismo, de renuncia. De silencios. Y la dicha parece que fuera así, en colores tenues y difuminados. Y uno lo acaba creyendo.
Hasta que una tarde la ironía entra por la puerta y la sinrazón galopa hacia la ventana y mi hijo nos trae a su novio a casa. Y yo, con el latido fuera del pecho, tan sorprendido y emocionado por él, tan desdichado y confuso por mí, necesito sentarme un instante para no salir volando también por el ventanal.
Hoy siento que anduve toda mi vida por el camino de al lado, no por el mío, por otro en tonos pastel; otro desde el que jamás perdí de vista al verdadero, al estridente, tan definido pero desierto, tan vacío de mí. Sí, así es. He vivido una existencia paralela a la que me tocaba, la mía permanecerá intacta, sin estrenar. Ahora sé que nací con temor y moriré sin orgullo.

Relato para #historiasconorgullo de ZENDA.