sábado, 28 de febrero de 2015

CALLADITAS

La Sebastiana, según MARTUKA
En boca cerrada no entran moscas, repetía la Sebastiana, al tiempo que me daba bajo la barbilla con el reverso de su mano grande, llena de huesos y con olor a lejía. Otras veces lo acompañaba de “cuando los mayores hablan, las niñas se callan”, o cosas parecidas.
La Sebastiana era una vecina cuyos lazos se enredaban con los del parentesco. Respetada por todos. Y con derecho a enviar a comprar a los hijos de otras, a opinar sobre las borracheras de los maridos ajenos, a organizar el día cuando se encalaban las fachadas. A reñir y  mandar callar a los niños con ese revés aséptico incluido, sin que las madres le afearan el gesto.
Esta niña está comiendo demasiado, le va a hacer daño tanta sandía, declaraba. Y mi madre, venga, no comas más, a la calle a jugar. Si en  uno de esos momentos hubieran mantenido la atención sobre mí, habrían visto el aura de odio en la que salía envuelta, porque tanta rabia no podía caberme en un cuerpo tan pequeño y a la fuerza me debía rebosar por todas partes. Pero nunca me miraban mucho rato seguido.
La casa de la Sebastiana estaba a la entrada o la salida del pueblo, según si llegabas o te ibas. Ella vivía sola la mitad de la vida y la otra mitad en mi casa con nosotros. Se acercaba muchas veces a lo largo del día. Hasta once veces le conté una vez. Cuando se lo hice saber con expectación infantil, me contestó, niña, calladita estás más guapa, y me soltó su revés huesudo.
Yo la odiaba por sus sopapos de lejía, y por el poco cariño que siempre me demostró. Sólo en una ocasión creí sentir que quizá podía quererme algo. Una en la que me dio con la mano antes de que acabara de hablar haciendo que me mordiera la lengua y sangrara mucho. Entonces vi a la Sebastiana apresurarse nerviosa para cortarla, y me pareció verle alguna lagrimilla. Aunque de esto no estoy segura, pues pudieron ser las mías. Eso sí, me apretó la cabeza contra su estómago balanceándola y  repitiendo, pobrecita mía, pobrecita mía muy seguido. Y aunque casi no podía respirar por la fuerza que estaba poniendo, me habría quedado allí lo que quedaba de día. Esa tarde la Sebastiana fue muy considerada conmigo y yo me mantuve a su lado disfrutando de ese nuevo matiz en nuestra relación. Pero a la que habían pasados dos horas se le había olvidado el incidente y viendo que me encontraba todo el tiempo pegada a ella y estorbando, soltó un “esta niña que moscona que es”. Y de un manotazo me apartó de su lado. Ahí se acabaron las existencias de cariño que reservaba para mí.
Con el tiempo a la Sebastiana la recuerdo siempre tal y como era, en gris y negro. Menos sus manos y su cara, que tiraban más al rosa. Muchos años después, por las asociaciones curiosas y tontonas que hace la mente, al escuchar una canción de Mecano, donde dice “vestir de rosa y gris” sin darme cuenta me venía a la cabeza la Sebastiana, y sonreía.
A mi madre le reproché en alguna ocasión que la Sebastiana me golpeara y ella no hiciera nada por evitarlo. La última vez que se lo recriminé, estaba yo en ese momento secando a uno de mis hermanos después de haberlo bañado en el barreño y mi madre poniendo el pañal al más pequeño sobre la cama. Ella, sin tan siquiera mirarme contestó: déjame ahora, viste a ese que tendrá frío y vete a por el pan que me duele la cabeza, anda.
En muchas ocasiones sin ningún esfuerzo añadido, sólo con la energía que la rabia me daba, habría empujado a la Sebastiana los trescientos metros que separaba mi casa del barranco del Huérfano, que estaba detrás, para despeñarla por él. Con las manos en jarra la vería cayendo y cortándose con los vidrios, clavándose por las piernas y por la cara hierros oxidados, latas, muelles del colchón, cuchillas Filomátic y cosas que la gente tira en los barrancos. Viendo cómo al final se hincaba en los ojos unos clavos que precisamente le quedarían al alcance de los mismos. Era una visión con la que me vengaba interiormente mientras gatunamente me acariciaba el golpe después de un “en boca cerrada no entran moscas”. Y probablemente algo así ocurrió.
Llevaba dos días sin aparecer por casa. Me había acercado con mis hermanos unas veces y con mi madre otras, pero no estaba en la suya. Todos empezaban a preocuparse. Fue jugando en el fondo del barranco, hasta dónde casi nunca bajábamos, donde la encontré tal y como le había deseado. Pero una cosa es desearlo y otra cosa es quererlo. Cuando la vi, estaba comidita de bichos y aferrada a un colchón. Seguramente, dijeron luego, perdería el equilibrio al intentar lanzarlo. Los ojos sólo cerrados, no perforados, y lo agradecí. Sin charcos de sangre. Si los hubo, toda la porquería del muladar o los insectos los habían absorbido en ese tiempo. Tenía la boca abierta y oscura. Y justo en ese instante vi salir de ella una mosca gorda, verde y ruidosa. “En boca cerrada no entran moscas”, me pareció oír. Pero seguramente sólo lo imaginé, pues no hubo revés ni olor a lejía. Y las dos permanecíamos calladitas.

Relato presentado junto a esta ilustración de MARTUKA, tan llena de detalles, al VI Premio Opticks Plumier de Relato Ilustrado; concurso en el que dicho conjunto ha resultado destacado junto a otras cuatro propuestas. Clica AQUÍ para conocer al ganador y finalista.
Pinchando en el nombre de la ilustradora, te lleva a ver otras preciosidades suyas.

domingo, 22 de febrero de 2015

Cuatro cosas te digo

Foto casera (y frangollera)
UNA 
El sábado pasado resulté GANADOR dos veces y FINALISTA en la general, en la XIV edición ANTONIO VILLALBA de cartas de amor, de la Escuela de Escritores.
AQUÍ, puedes leer el ACTA del concurso. 

DOS
Esta semana, mi buen amigo FRANCISCO GIJÓN, volvió a darme la oportunidad de explayarme en su casa. En un ciclo que dedica a autores amigos suyos, a mí también me reservó un espacio. AQUÍ puedes leer la de pegos que dije en un momento, aun a riesgo de perderle como amigo.

TRES
El lunes nos enteramos de que en el VI Premio Opticks Plumier de relato ilustrado, que participé junto a la ilustradora MARTUKA con el trabajo CALLADITAS, ha resultado destacada la nuestra junto a otras cuatro propuestas. En breve cuelgo el relato junto a la ilustración, deliciosa, como siempre de Marta.
Accede AQÚÍ a la revista si quieres leer al ganador y finalista del concurso. 

CUATRO
Hace dos días, mi amigo, el ilustrador JUANLU, publicó en su blog una ilustración que en su día hizo para un relato incluido ahora en De Lo Que Quise Sin Querer. El relato en cuestión es LA PRESA y en la entrada volvió a mencionar el libro. AQUÍ puedes verla junto al micro, si no lo hiciste en su momento.

Hala, cuatro cosas bien dichas que hablan de dichas.

domingo, 15 de febrero de 2015

Con NASELLO y MASÓ

En semanas pasadas he estado de parranda. Bien, yo no, mi descendencia. Bueno, tampoco exactamente... Vamos, que dos microrrelatos de mi autoría han aparecido en otros tantos blogs. Ahora sí, que me lío.

Jordi Masó
El primero fue en casa de JORDI MASÓ, La Bona Confitura. A la que se llevó mi relato La Perdonamuertes (La Perdona-morts), traducido al catalán por el maestro (me da igual que luego me riña) Pedro Herrero, de Humor Mío.
Es la segunda vez que Masó me publica en su blog, después de Por El Desagüe (Pel Desguas), también traducido por Herrero.

Patricia Nasello
Unos días después llego ella, PATRICIA NASELLO, con su blog Piedra y Nido, que publicó mi Escena Contemplativa
Aunque ella mantiene otra bitácora, Patricia Nasello Microrrelatos, en esta, en la que aparezco, publica con generosidad relatos de otros autores que por algún motivo le indujeron a ello. Puedo contar que me siento de lo más halagado con que me haya incluido en esa lista, en la que aparecen escritores que tanto me admiro.

Desde aquí, gracias, Jordi, Patricia, por semejantes regalos. Por, como perfectos anfitriones, hacerme sentir importante en vuestras casas. GRACIAS.

sábado, 7 de febrero de 2015

CÁNTABRA


Obdulia es cántabra. Y circunspecta y acantilada. Pero cuando ríe, es como si las aves de las Marismas volaran en su cara. Tiene un ojo verde y el otro azul, y ella ve, claramente, que es por el paisaje. Ella y cualquiera que la mire y luego observe a su alrededor. Porque enseguida se entiende que el entorno, con ella en medio, hace mucho. Y a continuación uno no puede, o no quiere, evitar caer en el precipicio de su persona.
Pero ella, que únicamente ha nacido una vez, de momento, si volviera a hacerlo, lo que querría es, no tiene ninguna duda, ser miel de esa tierra del norte, para deshacerse despacio, piensa, en los paladares de los niños y las preñadas; pero sobre todo, en la boca de labios prietos de un montañés que solo ella sabe.

Con motivo del XXXIII Anirversario del Estatuto de Autonomía de Cantabria se convocó un certamen en el que se hiciera un homenaje a todos sus ciudadanos a través de los productos y sabores propios de la tierra. Este micro fue seleccionado para aparecer en el libro digital conmemorativo. Clica AQUÍ y podrás descargarte el libro y/o leer el resto de relatos entre los que están el de la ganadora, Raquel Lozano, y muchos otros compañeros de escritura.  

domingo, 1 de febrero de 2015

En la LLAR DEL LLIBRE


El pasado 22 de enero tuvo lugar la segunda presentación de DE LO QUE QUISE SIN QUERER. Esta vez fue en mi ciudad, en Sabadell; en LA LLAR DEL LLIBRE, concretamente. Y tuve el lujo de poder contar con MÀRIUS HERNÁNDEZ, actor, director y dramaturgo. Un artistas al que, aunque con muchos años anteriores de experiencia en la interpretación, la fama le llego con su personaje de Pitu, en La Riera de TV3. Yo, que tuve el placer el año pasado de ser dirigido por él en un texto también de su autoría, CLOSET, pude comprobar que es tan grande por dentro como lo es por fuera, mide casi dos metros. Y que fue una de las experiencias que más me han hecho crecer en varios sentidos, arriba-abajo, derecha-izquierda.
El día de la presentación Hernández ejerció de Maestro de Ceremonias. Y en ella, tras el saludo, pasó a leer una carta dirigida al autor, osease, a mi, que me dejó temblado, como estaba él (que tan cerquita yo lo notaba) y que hizo emocionarse a más de uno y de ocho en la sala, nueve si me cuento yo. Diez con él. En la carta, según sus palabras, me quiso contar lo que el libro le había provocado al leerlo. A mí, que he perdido la costumbre de recibir cartas, que no sean las del banco, como todos, además de emocionarme como he dicho, me pareció un detalle a tener en cuenta ya pa los restos. Si no te lo dije, Màrius, te lo digo ahora: pa los restos. Aquí dejo la carta para que podáis comprobar de qué os hablo.


Después vinieron ellas. Vinieron las de Viéndolas VenirGEMA MARTÍNEZ y MARIA LESMES, que se metieron al público en el canalillo de su pechera nada más empezar a dramatizar el primer texto. Y uno, desde la silla donde ellas mismas me hicieron sentar, mirando cómo se desenvuelven y se expanden en la sala, se pregunta con asombro y maravillado cómo saliendo de sus bocas algo tan minúsculo como es un microrrelato, pueden mostrarse tan inmensas.


Si clicas AQUÍ te lleva a ver la crónica fotográfica entera de Sandra Flores.